
Narrativa

Paralelo Sur 14. Colección Aquilón
El sueño de Ángela
La historia de un anciano fascista olvidado de todos, enfrentado a sus terrores cotidianos, a las voces que le reprochan, desde el pasado, sus ausencias, sus fracasos, su cobardía convierte a El sueño de Ángela en una novela que mira atrás, en este caso con ira o con remordimientos, con un miedo supino a encontrar la verdad; una novela de recuerdos y nostalgia, pero también de dolor y culpa. Porque quizá la culpa será la sensación que prevalezca en una obra repleta de pequeñas encrucijadas, de trincheras que nos abre el autor para que nos hundamos en ella; aparecen los recuerdos vistos desde muchos ángulos –por el narrador, el protagonista y las voces que hablan–; es una narración que transmite verdad, pero también miseria y dudas.
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La vocación de Pedro como poeta y ahora como narrador sólo podía ser algo telúrico, un hecho irrenunciable, trabajada y dura su voluntad como el mármol, él ha ganado al azar aunque tenía una ventaja… es un observador natural, lo retiene todo como un voyeur, y también como un cronista; delira e inventa, exagera; hasta las realidades que le son más lejanas las dibuja y deforma en su interior adaptándolas a él, a cualquier momento o a cualquier circunstancia. No conozco a nadie que improvise mejor.
Del prólogo de Fernando Clemot
Paralelo Sur 35. Colección Aquilón
Historias de Depoyas
Cuando Pedro Cano, forjado en la lucha por la libertad y los sueños de los años 70, dramatizó algunos de los textos que ustedes leerán después de este prólogo, el teatro se llenó, primero de tímidas risas y, después, con el público ya rendido, de desternillantes y sonoras carcajadas. Aunque, al principio, el título me pareció de trazo grueso, tras varias lecturas creo que el protagonista de estas historias no se puede llamar de otra manera: Depoyas. Y digo más. Depoyas forma parte ya del paisaje humano de los aledaños, de la periferia de la gran ciudad. Desde que leí el libro busco a Depoyas por todos los rincones, por todas las esquinas de esas ciudades que luchan –a veces sin esperanza– por tener un futuro más amable y más digno.
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En Historias de Depoyas encontramos una parte importante del mundo de Pedro Cano: la amistad, las relaciones humanas, el compromiso con su tiempo, la literatura. Gil de Biedma decía que él no era poeta, sino poema, y esa definición se ajusta a la personalidad de nuestro autor; se ajusta tanto, que más que poema Pedro es metáfora de la pasión por la vida.
El mundo de Pedro Cano está muy ligado al flamenco y a su espíritu, al quejío, al desgarro, a su magia. El libro está lleno de referencias al cante: «la cabra Luciana baló con tono de petenera», «Las dos piezas están muy dañadas –dice de un clavecín y una viola de gamba– y hay que restañar su espíritu para que vuelva a ellas su duende». Pedro escribe de lo que conoce, de su entorno, de la realidad que goza y sufre cada día, sin intermediarios. En Historias de Depoyas se percibe una cierta nostalgia: los años de la transición, preñados de positividad y de lucha; pero también participa del tiempo que le ha tocado vivir y, aunque algunos sueños se vayan oxidando, no hay que dejar de mirar al gran sol de la utopía. El autor sigue en la brecha pero, a veces, necesita la caricatura, la farsa, el surrealismo, la comedia bufa para explicar su pensamiento y su reflexión sobre el mundo.
Además del flamenco, aparecen alusiones a otros temas muy del gusto de Pedro, como el boxeo, beber con los amigos, los toros; aunque también los problemas y los conflictos sociales. Hay referencias a la literatura, a escritores, a músicos, y una desbordante y fecunda riada de personajes y situaciones. En el texto hay muchas referencias al mundo actual, bromas con algo de malicia, como llamar a un personaje Francisco Más Aznar o a otro Severo Franco. Hay momentos hilarantes como el diálogo entre la cabra Luciana, Depoyas y el Ratón Colorao, o la reflexión de Depoyas sobre el arte de barrer: la diferencia entre escoba y escobón en función del espacio a limpiar.
Del prólogo de Carlos Quesada
