
Gastronomía

Paralelo Sur
La Miguelina
Guía de locales donde usted no entraría si yo no se lo recomendase
A lo largo de la historia, en Barcelona han proliferado las bodegas donde hacer el vermut, casas en las que habitualmente se vendían también vinos y alcoholes a granel; establecimientos de configuración prácticamente similar: mesas de mármol; barriles de vino; tarros de olivas, guindillas, berberechos, anchoas, etc.; y una gran muestra de conservas de todo tipo encima del mostrador. Claro está que mi modelo de tasca no tiene que ser un modelo universal, pero sí y de eso estoy convencido– el modelo de unos cuantos.
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Nada tengo contra las franquicias, los bares clónicos, las cafeterías minimalistas, o los mesones plastificados de imitación. Simplemente no me gustan y por eso no suelo entrar en ellos. Prefiero los bares donde todavía se habla en voz alta, las tapas son caseras y el menú esta cocinado con criterio (¡Y no, por Dios, precocinado!). Bares donde el vino de la casa no sea un líquido difícil de determinar. Establecimientos donde reírse no esté mal visto y no sea motivo de consejo de guerra. Casas en las que todavía son posibles las tertulias sin el ruido de fondo de músicas inaguantables o de la TV.
Ésta es una guía de bares a la antigua usanza, de aquellos en los que todavía se puede reír y hacer tertulia alzando la voz; bares de toda la vida, auténticos centros neurálgicos del barrio donde los vecinos se reúnen y charlan amigablemente, donde se comentan los avatares del día a día al calor de una copilla de vino y unas tapitas.
No encontrará el lector en el libro bares asépticos de diseño frío y pulcro, ni megafranquícias de la alimentación, ni mesones plastificados de imitación. Tan solo humildes tabernas de barrio donde el buen hacer de la cocina y la bodega, y la idiosincrasia de la parroquia que los frecuenta son los auténticos protagonistas.
Del prólogo de Pedro Luis Cano